La una menos cuarto
La puerta del bar se encontraba aun abierta, dentro, se podía escuchar el barullo, las risas, el choque de las copas, algún que otro brindis y eructos mal olientes de los tipos que solían aparecerse por ahí después de un arduo día de labor.
Se paro en seco en la entrada, en el momento justo en el que a su mente vino el ya acostumbrado revoltijo de tripas en su estomago, la absurda necesidad de vomitar, vaciar las entrañas hasta quedar vacío...junto con la sensacion de vomito venia, casi tomados de la mano, una erección fugaz...un delicioso placer que le recorría hasta el ultimo rincón de su cuarentón cuerpo...eran precisamente esas sensaciones las que al final lo hacian entrar al ruidoso y abarrotado lugar.
Atravesó el umbral.
Hasta el momento todo se veía igual, todo seguía igual, hasta el mismo viejo y desdentado bar tender hasta la roída cortina de la ventana del fondo.
Mientras sus ojos se acostumbraban a la penumbra del local, e iban soportando el ardor que el humo del cigarrillo le provocada, lentamente, con la mirada, buscaba, esperanzado, la minifalda roja que le robaba el sueño y se adueñaba de su libido.
La encontró. Justo en la mesa de la esquina derecha, sentada junto a un panzón mal oliente y borracho, el cual con lujuria de agarraba el trasero intentando a la vez besarle el cuello.
Sintió una descarga de ira, el deseo incontenible de acercarse y darle tremendo puñetazo en toda la boca al imbécil que se atrevía a tocarla, ella le pertenecía a el...no le importaba que fuera la puta del lugar, ese día, siempre era solo para el!
Se acerco, la tomo del brazo, y avento al tipejo, el cual se tambaleo y entre insultos azoto en el piso vomitado y húmedo del lugar.
La saco del bar, le paso su abrigo por los hombros, y sin decir palabra, se la colgó del brazo y la llevo caminando hasta el hotel de la esquina, ese en donde guardaban sus secretos de amor barato, amor comprado.
Pidió la llave de la misma habitación, 135, le tomo la mano y la guió, en un silencio comprensivo, un silencio de aprobación.
Abrió la puerta de la habitación, haciéndola pasar, quitándole el abrigo de los hombros, la abrazo por detrás, enterrando su boca en el cuello, la nariz en su cabello mal pintado y seco, oloroso de humo y vino, intentando abrirse espacio entre sus piernas con la mano derecha, y con la izquierda tomando su pecho, pellizcando con desesperación su pezón de azúcar morena.
Solo la escuchaba gemir.
Cuando por fin logro entrar entre sus piernas, sus dedos fueron trazando círculos diminutos en su húmedo y sedoso sexo...era el paraíso...quería perderse dentro de su cueva de vida perdida, hundirse hasta el fondo en ese pozo de gozo de lujuria...
No aguanto mas, bajo el cierre del fino pantalón que llevaba, le arranco la falda y las bragas casi con violencia, aventando su flaco y usado cuerpo a la cama, y se enterró en ella con un largo gemido de placer.
Había encontrado el paraíso.