9.11.12

Hombre de bien





Con desgana camino rumbo a su habitación, que, al igual que el resto de la casa, estaba decorada con descuido, tonos fríos, grises.
-Como mi alma- pensaba con la sonrisa irónica en los labios.
Saco del armario un traje al azar, gris obviamente, lo deposito con cuidado en la cama, para alejarse después con paso lento, rumbo al baño.
Se desnudo.
Tomo una ducha caliente.
En el amplio espejo del baño observo su reflejo, entre vapor y dudas.
No era un tipo feo, para tener casi 40 no estaba para nada mal. Las largas horas en el gimnasio rendían frutos. Era un hombre exitoso, si señor.
Su caótica mente perdió la imagen del espejo, regreso a un tiempo atrás, con ella, siempre con ella.
Fue presa entonces de sus deseos, convirtiendo la vanidad en lujuria en tan solo un instante.
Se rio, obligándose a calmarse, siempre era ella.
Salió del cuarto de baño, enredando en su cintura una mullida toalla blanca.
Observo con tristeza el traje, su disfraz diario de hombre de bien.
Cambio de idea.
Busco sus viejos jeans, aquella playera roja que ella le regalo, las gastadas botas, y volvió a ser el mismo.
Volvió al espejo, decidió no rasurarse.
Tomo su billetera y las llaves del auto de la mesita de noche azul que tiene junto a su cama.
Salió, dispuesto a encontrarla, a ella, siempre a ella….
Decidido a hacerla suya de nuevo, y a su manera.


"La felicidad es un bien perecedero,
como la fruta y la leche, como las hortalizas,
como los refrescos con gas, como los zumos"
Consumir antes de (ver fecha), Gominolas para los Patos, Hugo Izarra