5.2.11

Espejo


Se paro frente al espejo.
Observo con detenimiento la peculiar marca roja que le rodeaba el cuello y gran parte de las mejillas, sonrió.
El extraño y placentero ardor que sentía entre las piernas le hizo recordar el roce de la tan cuidada barba recorrer sus muslos y adentrarse en su vientre, para así, con la lengua larga y a veces viperina, saborear la jugosa dulzura de su sexo.
Curiosamente, el espejo descarado se atrevía a decirle bajito al oído lo maravilloso que se sentía descansar la cabeza en el asombrosamente peludo pecho de su amante calvo.
Saciar el hambre de carne bajo su ombligo era sin duda una de sus comidas favoritas, morderle la sensible piel chocolatosa se podía volver un vicio, un pecado, gula.
Analizo sus piernas cortas, notando marcas de dientes y saliva aun fresca debajo de sus rodillas, ese hombre era un salvaje, pensó para sus adentros, pero le encantaba la forma tan posesiva que tenia de mordisquearle las piernas blancas y flacas, abriéndose paso a la fuente de sus sueños.
Hablame sucio mujer! que quiero verte tal como tu cuento de putas viejas y calientes!

Y justo cuando le decía las palabras mas sucias, el maldito la penetro, haciéndole olvidar todos los cuentos que habitaban en su imanación, enterrándole las uñas en la carnosa espalda...deseando tener un espejo, como en los moteles baratos, en el techo, para ver la perfección de los movimientos imitando las olas del mas turbulento mar.