De pie, frente al área de llegadas, he descubierto que el amor concentrado por la espera vuelve a los humanos seres blandos que, de un momento a otro, desaparecerían por las coladeras; actitud tan solo pospuesta por el infinito placer que supone el encuentro con la persona amada. Mas tarde, por los sólidos pasillos, se pueden escuchar las risas de los muros y las pantallas al ver como los enamorados, van dejando atrás de si residuos de su amor diluido, un liquido espeso sobre las lozas de un suelo súper absorbente que lo esconde, para que aquellos a quienes nadie espera, no se den un balazo con las gomas de la fuente de sodas. Todo es parte de un tratado antiguo que explora la duración del tiempo con respecto a nuestra prisa y nuestros acompañantes. No puedo mencionar con exactitud sus postulados, pero supongo serán lo suficientemente congruentes para no dar a mi relato mas validez que la que el lector suponga necesaria, en cuyo casi comprenderá de que he estado hablando, y sabrá a ciencia cierta que no ha perdido el tiempo si ha llegado hasta este punto, sino al contrario, habrá ganado tiempo mientras espera y se niega a derretirse frente a un vuelo retrasado.
Edel Juarez
Edel Juarez
Qué recuerdos tan extraños volver a ver ese aeropuerto en una foto. Se mueves al mirarla los personajes que fueron aquel día el personaje desorientado que yo fui. Nombres y luego el auto, hundirse en la maraña de la tierra y el tiempo. Extraña la felicidad se presenta en mitad de la confusión, como para mno llamar la atención, como para saborearse lenta.
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