30.6.10

Ayer


Hoy le corte las alas a mis sueños.

Hoy me emborrache con agua de ojo salada.

Hoy recordé el cansancio de mis deseos.

Hoy, de nuevo, te olvide.

Hoy castigue a mis pies.

Hoy desate mi castidad.

Hoy seré sorda, muda, invisible.

Hoy no esperare.

Hoy mi amor enterré.

10.6.10

Relatos de cama

Lenta caricia
Ascendiendo por mis piernas.

Dedos delgados morenos,
Perdidos, hundidos en el manantial de mi vientre.

Lento gemido que escapa desde mi garganta.
Salvaje suspiro brotando
Como lava ardiente de entre mis labios fundidos en tu cuello caliente.

Tierna mordida imparable,
En mi pecho
Suave succión, lengua atrevida,
Sabores de sal, coco y manzana.

Danza amorosa de dos cuerpos
Unidos, por la carne dura y valiente.

Pelvis balanceándose
Con el suave ritmo de las olas.
Lluvia tibia surgiendo del paraíso de nuestros sexos.

Con lentitud avanzo hacia la puerta. Podía sentir su mirada clavada en la espalda, a la expectativa.
Cerró la puerta con llave, se volvió, y con paso decidido fue desprendiéndose delicadamente de su ropa, la cual, con descuido, dejaba caer en la fría moqueta de la habitación.
Camino desnuda, de frente, sin bajar en un solo momento la mirada, hacia él, en una clara invitación al placer de entregarle su cuerpo.

Situado en la cama se encontraba, a través de la ropa podía notarse con claridad la prueba firme de su deseo por ella, por cada delicada parte de su cuerpo.

Llego hasta él, la inmensa cama, cómplice de sus sueños, confidente de secretos.

Le beso la frente, ojos, nariz, mejillas, cuello, evitando el más mínimo roce con sus labios, torturando de esta manera a su fiel amante.

Poco a poco lo fue desnudando, cada movimiento de sus dedos iba acompañado de besos húmedos y caricias ardientes en cada pedazo de piel que quedaba al descubierto.

El solo gemía, desesperado por comerse entera esa boca que martirizaba sus sueños.

Bajo por su pecho, beso, lamio su ombligo, su vientre, mientras sus cálidos dedos deslizaban en lenta agonía su ropa interior, dejando al descubierto la firme prueba de su deseo.
Lo toco. Despacio, con suavidad, pasando lentamente la punta de sus dedos por toda su extensión, deseando en secreto tener el valor de probarlo, buscando en sus ojos el arrojo para hacerlo.
Bajo la cabeza, humedeció sus labios, y lo beso. Abrió la boca, saco la pequeña lengua y lamio con seguridad la caliente punta de su enardecido miembro, saboreando cada centímetro de piel palpitante y tensa, disfrutando el poder que la acción de poseerlo le proporcionaba. Lo tenía a su merced.
Podía sentirlo llegar, atormentándolo con caricias más profundas y atrevidas.
Se detuvo, sonrió, incorporo su cuerpo, elevando sus caderas, apoyándose en su vientre, dejándose caer para completar la unión de sus cuerpos. Sintiendo el calor punzante de su sexo hundirse dentro de su vientre suave, húmedo y listo.
En un lento balanceo se apodero de nuevo de él, tomando el control entre gemidos y confesiones de placer, de ser uno solo, apoyaba las manos en su pecho fuerte, mientras él, con desesperación mordía sus pechos, marcándolos, tatuando sus dientes en la blanca piel, reclamándolos como suyos, perdido en el vaivén de sus caderas.
En un ahogado grito, vacio su semilla de vida en ella, bañando su vientre, besando por fin su boca de rosa, dejando escrito su nombre con vino y saliva, para después dejarse caer entre sus brazos.

Del Porque Te Amo

Tu sonrisa, torcida, cómplice, intima y amorosa, 
Regalo divino después de hacer el amor.
Abrazo por la espalda,
susurro al oído de acento extranjero.

Piel morena, caliente y salada.
Húmeda suavidad rozando mi pecho.
Unión sudorosa y desnuda.

Negro abundante cabello,
resbala sedoso entre mis dedos,
abrigo de mis sueños.

Inventor de caricias,
conquistador de mi cuerpo,
Lengua pintando caminos de saliva.

Dedos flacos,
fieles conocedores de mis rincones,
sabios proveedores de caricias y éxtasis.

Besos en la espalda, 
piernas enredadas, 
hundido en mi vientre.



Amo que me rasques los pies, con la dulzura de tus dedos...

7.6.10

La búsqueda


10 años.
Por fin, la búsqueda había terminado.
Caía una suave lluvia, mojando su ropa, pero el permanecía inmóvil, con la mirada fija en ella, en su sonrisa, y volvió en el tiempo, regreso justo al momento en el que ella le acusaba de no ser el hombre que ella esperaba, que quería, el momento en el que él no dijo nada, en el que solo la dejo partir, dejándolo atrás con el corazón roto.

10 años.
Durante ese tiempo mantuvo junto a él, en el bolsillo derecho de su pantalón, de su saco, de su abrigo, la pequeña caja de terciopelo negro, iba a entregársela ese día, y ella se fue, dejando como único rastro de su existencia, el dulce y amargo olor de su perfume.

10 años duro comprándolo, regando la esencia en la almohada, durmiendo con su recuerdo.

Tenía grabada en la memoria su voz, sus manos, su cara, su cuerpo…nunca la dejo en el pasado, no pudo olvidarla, a pesar el tesón puesto a diario en esa tarea.

Y ahí estaba, bajo la lluvia, viéndola de lejos, amándola de lejos, queriendo correr, abrazarla, besarla, arrodillarse y pedirle perdón por lo estúpido que había sido, por no haber comprendido  que lo único que ella le pedía era tiempo….una caricia….atención….una mirada…caminar de la mano….abrazarla al dormir.

No, ya no era el mismo cobarde. Cruzo la calle, se planto frente a ella, y le dijo “Te amo”.

Ella lo observo, de sus ojos cayeron saladas lágrimas, y contesto, porque tardaste tanto, y lo beso.