Los poemas que llevaban su nombre y apellido han quedado huérfanos,
vagan, distraídos y llorosos por los rincones de ésta habitación en llamas, ni
siquiera el agua salada de ojos puede apagar el fuego que consume lentamente a
este corazón madreado, tan lleno de hoyos que el humo se cuela hasta llegar a
provocar nauseas.
Cuchillo en mano, persigue a esa estúpida llamada esperanza,
no se quiere ir, aun sabiendo que no queda mas por hacer, ni por decir; se aferra
como hiedra venenosa.
Es bien sabido que de amor y de un corazón roto nadie se
muere, pero duele, ¡ah vaya que duele¡
A decir verdad, se debe de agradecer, porque gracias a ese
dolor sabemos que estamos vivos.
Pero nada más.
Guárdate bien los poemas que se quedaron contigo, tal vez algún
día valgan algo, los vendas, y te sirvan para comprarle una ilusión a la mujer
en turno.
Mientras la mujer que tenias, esa a la que le desmadraste el
corazón, la que lee mucho, ama mucho y entrega todo, se resana, para buscar
nuevas aventuras.
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A veces el amor une a dos seres que no saben nadar, y viven en dos islas distintas...