16.12.12

Sin nombre, ni apellido






Los poemas que llevaban su nombre y apellido han quedado huérfanos, vagan, distraídos y llorosos por los rincones de ésta habitación en llamas, ni siquiera el agua salada de ojos puede apagar el fuego que consume lentamente a este corazón madreado, tan lleno de hoyos que el humo se cuela hasta llegar a provocar nauseas.
Cuchillo en mano, persigue a esa estúpida llamada esperanza, no se quiere ir, aun sabiendo que no queda mas por hacer, ni por decir; se aferra como hiedra venenosa.
Es bien sabido que de amor y de un corazón roto nadie se muere, pero duele,  ¡ah vaya que duele¡
A decir verdad, se debe de agradecer, porque gracias a ese dolor sabemos que estamos vivos. 
Pero nada más.
Guárdate bien los poemas que se quedaron contigo, tal vez algún día valgan algo, los vendas, y te sirvan para comprarle una ilusión a la mujer en turno.

Mientras la mujer que tenias, esa a la que le desmadraste el corazón, la que lee mucho, ama mucho y entrega todo, se resana, para buscar nuevas aventuras.




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A veces el amor une a dos seres que no saben nadar, y viven en dos islas distintas...