La cortina se movía al ritmo que el viento le marcaba, soltando en su baile pequeñas partículas de polvo que se filtraban por su nariz, provocándole estornudos.
Abrazaba a la almohada, intentando con toda su fuerza hacer magia, y convertirla en su cuerpo, nunca lo conseguía, terminaba mejor por dormirse y soñarlo, haciéndole el amor a la funda de colores que adornaba su cama.
Eso de soñarle se estaba convirtiendo en una costumbre, mas mala que buena, porque no poder gritarle cuanto deseaba tener su cuerpo era sin duda una de sus mas grandes agonías, era un sufrir en silencio, un llorar sin lágrimas, sintiendo la humedad de su cuerpo tan solo de escucharle entre bruma y colchón.
Con descuido acaricia en cámara lenta su pezón, imaginando sus manos flacas y huesudas pellizcándole la piel, gimiendo para sus adentros.
Cerró los ojos y abrió las piernas, dejando que el fresco aire acondicionado se filtrara entre sus bragas humedecidas, dejando que la piel se erizara del placer.
Humedeció sus labios, entreabriéndolos un poco dejando escapar un grito ahogado con su nombre.
Cerró los ojos.
A su mente vinieron las imágenes tan claras del encuentro en la bañera, cuando sus dedos hábiles descubrieron el punto exacto del placer infinito.
Suspiro, se dejo llevar por la imaginación, recorriendo lo poco que sus manos alcanzaban de la piel caliente y húmeda de su cuerpo, tratando de imitar el suave movimiento de las manos morenas trazando mapas a lo largo y ancho de su vientre.
Sin abrir los ojos llego a la meta, sudorosa, jadeante, extrañándolo mas que nunca, se durmió.
Con la humedad y la pasión de siempre, esa que puede filtrarse por la tinta como un orgasmo de mujer. Un placer volver a leerte, ojitos!
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